María, presencia materna en nuestra vida
Queridísimas hermanas:
Empiezo esta circular recordando la fiesta de la Gratitud mundial, para dar gracias al Señor por todos los dones recibidos en este tiempo. Es una cita que hace que nuestro ser familia sea cada vez más fuerte y nos lleva de vuelta a los orígenes del carisma. De hecho, en la Espiritualidad Salesiana, la fiesta de la Gratitud tiene un gran valor educativo. Educar y educarnos para decir «gracias» es el primer acto de reconocimiento del amor de Dios y de lo que son y hacen por nosotras las hermanas
y hermanos con los que compartimos nuestra vida.
Nada se da por sentado y nada se debe en nuestra existencia, y todo es un don y se comprende más fácilmente en este tiempo pascual de gracia y esperanza.
Juntas recorremos las etapas de la salvación, lo que Jesús vivió por nosotros, hasta su último aliento, hasta el punto de dar su vida por la salvación de toda la humanidad.
Estamos unidas y agradecidas a la Inspectoría vietnamita de María Auxiliadora que ha preparado este evento festivo con cuidado, amor y fuerte implicación.
En la acción de gracias coral, nos unimos a la alegría de nuestros Hermanos Salesianos que acaban de terminar el 29º Capítulo General. Les deseamos un camino fructífero en el sexenio, que comienza con la guía del nuevo Rector Mayor P. Fabio Attard. A él y a todos los Consejeros recién elegidos, les aseguramos nuestra oración, cercanía y colaboración.
La identidad mariana del Instituto
Quisiera continuar la reflexión iniciada en la Circular 1047, agradeciendo de nuevo al Señor y a todas las hermanas que han colaborado en el Comentario práctico de las Constituciones. Al recibir este texto, una misionera Hija de María Auxiliadora, con 70 años de profesión religiosa y 66 años de vida en misión, me escribió: «Yo soy así (a causa de mi avanzada edad) entre las pocas de sus hijas, que al recibir el Comentario Práctico lamenta que no haya llegado antes; pero, si todavía tengo tiempo disponible, la lectura de este texto ciertamente me ayudará a prepararme mejor para el encuentro con el Esposo».
Son expresiones que nos hacen pensar y alegrarnos, porque el Señor está con nosotras siempre y nos renueva en la fidelidad también a través de este don en todas las etapas de la vida.
Reitero, una vez más, la importancia de que cada Hija de María Auxiliadora reciba personalmente el texto indicado; no es un libro cualquiera, sino una guía segura hacia la santidad, una ayuda para una profundización vital de las Constituciones, un apoyo a la comunión, un medio concreto que puede ayudarnos a hacer que nuestra existencia y nuestra misión sean generativas de vida en el corazón de la Iglesia y del mundo.
Quizás, a veces, nos falta un conocimiento necesario de nuestra Regla de vida que, si no se asume radicalmente, no transforma nuestra vida y no nos sostiene en la configuración con Jesús Buen Pastor.
El texto del que estamos hablando nos introduce en la profundidad de las motivaciones que nos han animado, desde el principio, a seguir a Jesús. Quiero partir de esta preciosa referencia para poner de relieve la presencia de María en las Constituciones. Nuestra identidad mariana caracteriza, como un hilo rojo, las diversas partes del texto constitucional y se expresa, de manera particular, en algunos artículos definidos como marianos; sin embargo, también toca a los demás, como una pincelada que da el color adecuado al fondo de una obra maestra, o como las notas de un motivo musical que se repite con cada canción, pero siempre es nuevo.
El artículo 4 de nuestras Constituciones se abre con referencia a la experiencia fundacional del Instituto, que surgió en la Iglesia para contribuir a la salvación de los jóvenes y las jóvenes a través de la educación. María está presente en esa experiencia, invitando a Don Bosco a cuidar de las pobres muchachas a las que consideraba sus hijas. María es, por tanto, inspiradora, Madre y Maestra, y por eso podemos afirmar que el Instituto es «todo de María», que le pertenece. De hecho, experimenta su cuidado maternal y preveniente, no sólo en sus orígenes, sino a lo largo de la historia de ayer y de hoy.
La dimensión mariana es una característica específica de la identidad de la Hija de María Auxiliadora, define fuertemente su vida y se prolonga en la misión educativa para ser, como Ella que es Madre y Auxiliadora, «auxiliadoras» de los jóvenes, promoviendo su crecimiento hasta que Cristo se forme en ellos (cf. Ga 4, 19).
Otro artículo definido como mariano es el artículo 44, centrado en la palabra de Don Bosco: «Es María quien nos guía». Esta convicción llena de alegría y consuelo nuestra vida y la de las comunidades educativas. Hay muchas razones para una profunda reflexión. Me detendré aquí en los dos títulos que encontramos en el artículo citado anteriormente: «En la Virgen Inmaculada Auxiliadora contemplaremos la plenitud de la entrega a Dios y al prójimo».
Inmaculada Auxiliadora: dos connotaciones que tocan profundamente nuestra identidad y misión; la Inmaculada recuerda la pedagogía preveniente de Dios y el dinamismo del amor, que tiene el inmenso poder de abrir los corazones de las jóvenes y de los jóvenes a su gracia. La Auxiliadora es la defensa de los pequeños y de los pobres, es el cuidado de una madre que toma de la mano, alimenta, guía, educa, forma y sostiene la vida en crecimiento.
Madre y Educadora
María es considerada Madre y Educadora de toda vocación salesiana (C 79), Ella nos acompaña en el camino de configuración con Cristo y nos ayuda a orientar nuestra vida hacia Él. Su presencia no está disociada de la de Jesús, de hecho, las referencias a María en nuestras Constituciones se refieren a Él y a la comunidad eclesial. Es la primera discípula del Hijo, que vive en perfecta unión con él (C 4).
María, en primer lugar, abrazó con total dedicación el tipo de vida casta, pobre y obediente que Jesús eligió para sí mismo (C 11), llevando a cabo, de la manera más perfecta, el seguimiento de Cristo. En los artículos sobre la castidad, leemos que la castidad nos hace transparencia del amor de Dios y un reflejo de la bondad maternal de María (C 14). Para reforzar el don de castidad, la Hija de María Auxiliadora se confía a la Virgen Madre que dio al mundo al Salvador (C 17).
Así, en el artículo 18, que se refiere a la pobreza, imitamos a María, la humilde esclava que lo dio todo a su Señor. El artículo 32 afirma que, en la obediencia, vivida con sencillez y prontitud, hacemos nuestro el Fiat de María que, por su adhesión a la voluntad de Dios, se convirtió en Madre del Redentor y madre nuestra.
Dóciles al Espíritu, seremos perseverantes en la oración con María y como María, para intensificar nuestra comunión con Dios y abrirnos a Cristo, presente en nuestras hermanas, hermanos y en todas las demás realidades (C 37). María es para todas nosotras guía y ayuda en el camino de la docilidad al Espíritu Santo. En la meditación, en el silencio de todo nuestro ser, como Ella, «la Virgen que escucha», nos dejaremos impregnar por la fuerza del Espíritu (C 39).
En el artículo 44, ya citado, María guía nuestra vida a la plenitud de la entrega a Dios y al prójimo; es para nosotras maestra de disponibilidad a la Palabra del Señor. Nuestra actitud hacia Ella es la de «un amor agradecido y filial», impregnado de «sencillez y confianza». Nuestra relación con Ella no se limita sólo a la oración, sino que alimenta la pasión apostólica, por lo que nos comprometemos a transmitir el amor a María a las jóvenes y los jóvenes, y a convertirnos en guía y apoyo para aquellos que nos han sido confiados, para que puedan encontrar a Jesús.
En el artículo sobre el Sistema Preventivo (C 7), nuestra espiritualidad específica y método de acción pastoral, hay un importante fundamento bíblico y mariano. La experiencia de la «caridad apostólica» tiene como fuente el Corazón mismo de Cristo y como modelo la solicitud materna de María. La especificidad de su mediación radica en el hecho de que se trata de una mediación materna. Mantiene presente en el acontecimiento de la salvación la dimensión femenina, que tiene en Ella su centro permanente.
Su maternidad no es sólo un acontecimiento biológico irrepetible, sino una generación que continúa en la Iglesia como misterio de gracia, porque continuamente da a luz a Cristo en la escucha, en la conversión, en la realización de la Palabra de Jesús: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica» (Lc 8, 20).
Por lo que se refiere al servicio de la autoridad, la Hija de María Auxiliadora se esfuerza por expresar el amor fuerte y suave de María con corazón de madre, haciéndose toda para todas (C 114). Según las palabras de Don Bosco y la experiencia mariana de Madre Mazzarello, Ella es la verdadera Superiora de cada comunidad y del Instituto. Quien es llamada a ser animadora debe ser, como María, dócil primero al Espíritu Santo, para servir en cada persona que le ha sido confiada el designio del Padre (C 52).
María con nosotras y en nosotras
Don Bosco nos soñó como la «memoria viva» de María Auxiliadora. Esta expresión es la versión actualizada del término «Monumento vivo», como indica el Plan de Formación del Instituto: «Cada una de nosotras es memoria viva de María, la Virgen del Magnificat, en fidelidad al proyecto carismático de Don Bosco que quiso que el Instituto fuera un ‘monumento vivo de gratitud a María Auxiliadora’ (Cronohistoria I, 256), signo y testimonio del amor de Dios por los jóvenes» (En los surcos de la Alianza. Proyecto de formación Hijas de María Auxiliadora, p. 30).
María Doménica Mazzarello, «primera piedra» del Monumento vivo de gratitud levantado por Don Bosco a María Auxiliadora, estaba convencida de que Dios nos llama a ser «verdaderas imágenes de la Virgen» (Cronohistoria III, 178). La hija refleja en sí misma, de hecho, la fisonomía de la Madre.
Esta convicción fue retomada años más tarde por Don Felipe Rinaldi. Reconoció que Don Bosco quería modelar su monumento sobre la Santísima Virgen y se preguntó qué deberían hacer las Hijas de María Auxiliadora para contribuir realmente por sí mismas a la formación de este monumento a María.
El monumento debe retratar de la mejor manera los rasgos de la persona que representa; y por eso el pensamiento de Don Bosco, al fundar este Instituto, fue que cada Hermana del mismo fuera una copia fiel de María. Don Bosco quería que en cada Hija de María Auxiliadora se viera reflejada la imagen de la Virgen (cf. Circular de don Filippo Rinaldi a las FMA, 24 de mayo de 1922).
A cada una de nosotras nos corresponde poner de relieve en nuestra vida los rasgos del rostro de María para ser hoy su memoria viva, para responder a la llamada de Dios y para hacer más vital el carisma en la Iglesia y en el mundo.
Por último, quisiera invitar a todas nosotras y a las comunidades educativas a retomar con nuevo vigor el paradigma mariano en la educación. Ser un Instituto Mariano es una llamada a «acoger a María en casa», es decir, a inspirarla en nuestra misión educativa. En la era de la tecnología, en continuo y rápido cambio, estoy convencida de que no habrá un nuevo humanismo sin una sólida espiritualidad mariana en la educación, capaz de revivir, regenerar vida y esperanza en la perspectiva del Evangelio.
La educadora, el educador, que tienen como punto de referencia el Sistema Preventivo de Don Bosco están llamados a reflejarse en María para intuir las necesidades emergentes, para mantener encendido el asombro ante la obra de Dios en el corazón de las personas y en la historia, por la apertura al Espíritu, a la sabiduría y al ingenio gozoso para guiar a cada joven que se le confía al encuentro con Jesús.
Deseo para mí y para todas ustedes que estemos en fuerte sintonía con María, que la amenos con corazón de verdaderas hijas y que hagamos resplandecer en nuestra vida algunos rasgos de su belleza y de su solicitud maternal. De esta manera podremos ser su «memoria viva» en el hoy de la historia.
Sigamos invocando el don de la paz en todo el mundo y sostengamos con nuestra oración y donaciones a las comunidades duramente probadas por la guerra, la violencia y la injusticia, los desastres naturales y las formas siempre nuevas de pobreza.
A María, Madre del Resucitado, encomendamos a todas las personas, especialmente a los niños y niñas, a las jóvenes, a los jóvenes y a las familias, que viven en situaciones de dificultad y que esperan un futuro mejor, más humano y solidario.
Que todas disfrutemos de la plenitud y la alegría de la Pascua que continúa en nuestras vidas.
Roma, 24 de abril de 2025
Aff.ma Madre
Sor Chiara Cazzuola