Comunicaciones

Circular N° 1047 Madre Chiara Cazzuola

En la fidelidad a Dios y a las Constituciones está nuestra alegría

Queridísimas hermanas:

El camino cuaresmal que estamos viviendo es una invitación a volver a Dios con todo el corazón, con la certeza de que Él es misericordioso y grande en el amor (cf. Jl 2, 12-13). En este tiempo de gracia, estamos invitadas a experimentar la profundidad de su inmensa misericordia. Jesús nos mostró el rostro del Padre misericordioso, para que, con docilidad de corazón, pudiéramos renovarnos interiormente y, con gestos de caridad concreta, transmitirlo a aquellos que encontremos en nuestro camino. La conversión, de la que nos habla la liturgia en este período privilegiado de penitencia y purificación, consiste esencialmente en volver a la opción radical del Señor con total fidelidad, de aceptar, como Moisés, su propia declaración: «Yo soy el Señor tu Dios» (Ex 20, 2).
En el tiempo cuaresmal de conversión y de retorno a lo esencial, quisiera que recibiéramos como una llamada a una nueva fecundidad vocacional el reciente texto: Las Constituciones de las Hijas de María Auxiliadora: un camino de santidad en la vida cotidiana.

Nuestra alianza con Dios
Las Constituciones, como la Biblia, nos enseñan a leer la historia del mundo, de la Iglesia, del Instituto como una historia de la salvación. Nuestra historia personal y la de nuestras comunidades es una historia de salvación, de Alianza; es el tejido sobre el que Dios actúa y trabaja, donde Él obra grandes cosas con criaturas sencillas y pobres como somos nosotras mismas. Nuestra vida cotidiana está llena de signos por descubrir, por descifrar, por acoger como un don, pero a veces la fragmentación, la superficialidad, la prisa, nos impiden alcanzar esta visión unitaria y dinámica de nuestra existencia. La mentalidad de hoy a veces induce a pensar que las reglas y la disciplina nos impiden tener la alegría de realizar el sueño de ser Hijas de María Auxiliadora santas, generativas de vida y, por tanto, felices aquí y ahora.

La fidelidad a las Constituciones es la respuesta personal y libre a la llamada de Dios, por lo que es necesario familiarizarnos con el estilo de la Alianza y de la gratuidad, como Él mismo asegura a Moisés en el Sinaí: «Vosotros mismos habéis visto lo que hice a Egipto, y cómo os levanté sobre alas de águila y os traje a mí. Ahora, si escucháis mi voz y guardáis mi alianza, seréis para mí una propiedad especial entre todos los pueblos; ¡Porque mía es toda la tierra!» (Ex 19:4-5).

¿Estamos convencidas de que la fecundidad vocacional y misionera del Instituto pasa por la plena asunción de las Constituciones? ¿Somos conscientes de que para nosotras son la mediación de un proyecto carismático, un proyecto de vida plasmado en el Evangelio, más que un conjunto de leyes que hay que observar?

Las Constituciones son el «pacto de nuestra alianza con Dios» (C 173), la guía segura hacia la santidad. Son un camino de comunión, una experiencia que da a nuestras vidas y a nuestras comunidades el aliento de universalidad en el amor. La fidelidad a la Alianza es el fundamento de la unidad y la consistencia de nuestro ser y, al mismo tiempo, la comunión al interno del Instituto; orienta la inculturación del carisma y abre a la interculturalidad en una dimensión misionera. Por eso, Madre Mazzarello invocó para cada Hija de María Auxiliadora un corazón grande y generoso, capaz de vivir una entrega incondicional y de construir la comunidad, día tras día, con fidelidad silenciosa y humilde, expresando lo mejor de sí misma.

Legado de Don Bosco y de Madre Mazzarello
En el Testamento espiritual de Don Bosco encontramos esta importante petición: «Si me habéis amado en el pasado, seguid amándome en el futuro con la exacta observancia de nuestras Reglas» (MB XVIII, 570). También en Madre Mazzarello descubrimos también la preocupación por una observancia que no sea una formalidad externa y, al mismo tiempo, garantice un camino en plena fidelidad. A una misionera a punto de partir, la hermana Giuseppina Pacotto, le recomendó: «Está atenta a observar bien nuestras santas Reglas y vigila para que todas las observen con exactitud. No permitas que se introduzca el más mínimo abuso o relajación por ningún motivo» (L 64,3).

Ser fieles a las Constituciones, por lo tanto, es realizar el sueño de nuestros Fundadores. Existe, en efecto, un vínculo indisoluble entre las Constituciones y la identidad carismática. En nuestro Proyecto de Vida, la identidad de la Hija de María Auxiliadora emerge a través de diversas facetas en la Iglesia, en la sociedad, en la misión carismática. Cada artículo esboza un modelo de mujer consagrada que, estando en medio de la gente, expresa la mística de un amor apasionado por Jesús; Cultiva una gozosa dedicación misionera, acogida en su riqueza y también con sus esfuerzos.

Las Constituciones nos ofrecen un núcleo de significados y valores, en torno al cual las personas, las comunidades y las culturas pueden encontrarse y converger. Este núcleo es la Palabra de Dios, es el carisma del Instituto.

Desde los primeros artículos, las Constituciones presentan la figura del Fundador, Don Bosco, y la de la Cofundadora, Madre Mazzarello, como personas abiertas al don del Espíritu, insertas y activas en la historia de la salvación. Precisamente porque estaban abiertas a las llamadas de Dios, pudieron escuchar el grito de los jóvenes de su tiempo, sus expectativas no siempre expresadas, sus sueños. Sólo si se está totalmente «abierto» a Dios, se está verdaderamente abierto a la humanidad. Una entrega total a los pequeños y a los pobres es la experiencia de los Fundadores, que se convirtieron en padre y maestro el uno, madre y cofundadora la otra. Son títulos atribuidos, en la historia de la espiritualidad, a quienes verdaderamente generan vida, una vida que perdura en el tiempo y sigue multiplicando el bien. Podemos decir con razón que para nuestros Fundadores, la historia, en todas sus expresiones, ha sido su interlocutora constante y así debe ser también para cada una de nosotras hoy, para las comunidades educativas que se preocupan por la auténtica felicidad de las generaciones más jóvenes.

Nuestros Fundadores soñaron con comunidades abiertas y flexibles, capaces de grandes horizontes. «Realizamos nuestra misión en la unidad del carisma y en el pluralismo de situaciones socioculturales, con la adaptabilidad, audacia y creatividad que impulsaban a Don Bosco a ir al encuentro de los jóvenes » (cf. C 76). Somos una familia con un fuerte impulso
misionero, porque el núcleo del carisma es la caridad apostólica inspirado en el amor de Cristo Buen Pastor (cf. C 1) y en la pasión educativa de Don Bosco, don del Espíritu que le dio un corazón grande como las arenas del mar, para hacerlo padre y maestro de una multitud de jóvenes. La misma experiencia de caridad apostólica es vivida con fidelidad creativa por María Domenica Mazzarello (cf. C 2). Ambos se entregaron a los pequeños y a los pobres (cf. C 6) en el espíritu del da mihi animas cetera tolle. Es una caridad que tiene una amplitud eclesial, misionera e intercultural.

El da mihi animas cetera tolle y el A ti te las confío se convierten en un anuncio claro y valiente del Señor Jesús, en la búsqueda de su rostro en cada persona, sin prejuicios ni preconceptos, sino con un corazón libre, apasionado por el bien de todos, porque todos somos hijos de Dios, amados y salvados por Jesús por quien queremos dar la vida incondicionalmente.

El respeto y la valoración de cada persona están estrechamente ligados a la pobreza y al anuncio del Reino de Dios y van de la mano con la conversión del corazón, la sobriedad de vida y el amor a los pobres.

A Don Bosco le interesa que sus hijos sean verdaderos religiosos, que se distingan por la pobreza, por el desprendimiento, que no se muevan por la vanagloria y el orgullo. De ahí la insistencia en una pobreza de hecho como requisito previo para la misión: «Que el mundo sepa que sois pobres en vestido, en comida, en vivienda, y seréis ricos a los ojos de Dios y seréis dueños del corazón de los hombres» (MB XI, 390).

En la Conferencia sobre la pobreza, Madre Mazzarello expresa, con otros matices, la misma preocupación que Don Bosco: «[…] Dios no quiera que todo esto [los cambios en la vida de las FMA] nos haga perder el buen espíritu, el espíritu de Don Bosco, el espíritu de Jesús. Por favor, hijas mías, incluso en medio de las comodidades que os ofrezca la Congregación, sed pobres de espíritu, sirviéndoos de cuanto se os concede sin ningún apego a las cosas de las que os sirváis; úsalas, dispuestas a dejarlas si así lo pide la obediencia; usadlas con el espíritu dispuesto a sufrir también las consecuencias de su falta o insuficiencia. Por favor, incluso en medio de mayores comodidades, continuad amando real y prácticamente la pobreza de la que nos fue gran maestro nuestro divino Redentor, cuyo espíritu se refleja tan bien en nuestro buen Padre Don Bosco»
(Crón III, 219).

Pasar del texto escrito al texto vivido
En 2015 recibimos la última reedición del texto de las Constituciones, aprobada por el CG XXIII. Este texto, no menos sagrado que el primero elaborado por el Fundador, expresa lo que en más de un siglo se ha vivido, conservado, profundizado y desarrollado constantemente en sintonía con el camino de la Iglesia y con los nuevos desafíos de su tiempo.

Hoy, como hace diez años, recibimos el Comentario práctico a las Constituciones, que puede ayudarnos a hacer más concreto el compromiso de pasar del texto escrito al texto vivido, en las situaciones históricas cambiadas con respecto a los orígenes, pero siempre de gran actualidad.

En su última visita a la casa de Nizza Monferrato, en agosto de 1885, Don Bosco habló a las hermanas de la Cruz y de la alegría de llevarla. También recomendó la práctica de la Santa Regla: «Poned en práctica vuestra Regla, y repito una vez más que no os arrepentiréis nunca». «Estad alegres, mis queridas hijas, sanas y santas, y andad siempre de acuerdo entre vosotras» (MB XVII, 556). «¡La Virgen está verdaderamente aquí, aquí en medio de vosotras! La Virgen pasea en esta casa y la cubre con su manto» (MB XVII, 557).

Seremos siempre más memoria viviente de María cuanto más nuestra vida sea una fiel transparencia del espíritu de Don Bosco y de Madre Mazzarello.

Don Bosco, regalando a las Hijas de María Auxiliadora el texto impreso de las primeras Reglas del Instituto, escribió: «Amad mucho las reglas que lo gobiernan, meditadlas, pero sobre todo no os olvidéis nunca que de nada serviría saberlas aun de memoria, si después no las pusierais en práctica. Por este motivo, cada una ponga la más viva solicitud en observarlas puntualmente. A esto se dirija la vigilancia y el empeño de las Superioras; a esto la diligencia y el empeño de las subditas. Haciéndolo así, encontraréis en vuestra Congregación la paz del corazón, caminaréis por la senda del Cielo y os haréis santas» (Carta a las FMA, 8 de diciembre de 1878, en Chron III, 355-356, Anexo n. 4).

Recordando la certeza de Don Bosco: «Es María quien nos guía» (MB XVIII, 439), afirmamos nuestra total confianza en la Virgen Inmaculada Auxiliadora, a la que él mismo nos ha mostrado como modelo luminoso de entrega a Dios y a los jóvenes.

El camino cuaresmal nos lleva a la celebración del Misterio Pascual del Señor, que ha hecho realidad el antiguo Jubileo y nos ha inaugurado el nuevo tiempo de gracia. Nos sumergimos en la luz del amor ilimitado del Padre con plena confianza y alegría, con la gran esperanza de ser hijas en el Hijo y pertenecer a él para siempre. Que las mujeres de la mañana de Pascua nos ayuden, que Ella, Madre y Auxiliadora de los cristianos, nos ayude a abrirnos y a comprender la energía de vida y de salvación que emana del esplendor de este gran misterio.

Feliz Pascua a todas vosotras hermanas, a vuestros seres queridos, a los pequeños y jóvenes de nuestras casas, a las asociaciones, a las comunidades educativas, a todos los colaboradores, en particular a los sacerdotes que en diversas partes del mundo nos dan el don de la Palabra de Dios, del Pan de Vida, del Perdón del Padre.

En este clima, nos sentimos en plena comunión con todas las Hijas de María Auxiliadora, niños, jóvenes, adultos, familias que se preparan para vivir la Fiesta Mundial de la Gratitud, iluminadas por la Palabra de Dios que nos ha sido propuesta por las hermanas de Vietnam, donde celebraremos este acontecimiento: Encender el Evangelio de la esperanza.

Un sincero agradecimiento a sor María del Rosario García Ribas , Vicaria General, por las útiles indicaciones que nos ha comunicado, para que esta cita anual sea un nuevo encuentro de familia, porque es nuevo nuestro deseo de hacer resplandecer con la luz pascual el carisma que se nos ha confiado y que, como Familia Salesiana, queremos hacer cada vez más luminoso y contagioso.

Sigamos rezando por el Papa Francisco, para que el Señor lo sostenga en la recuperación de su salud y le dé la fuerza necesaria para vivir este momento de fragilidad física y de prueba, con la certeza de que el Señor es toda su esperanza. También en esta hora nos enseña la coherencia, la fe y un gran amor a la Iglesia y al mundo sediento de paz. Creo que en todas han quedado grabadas las palabras pronunciadas en el Ángelus, el 16 de marzo de 2025, desde el Hospital «Agostino Gemelli»: «Nuestro cuerpo es débil pero, aun así, nada puede impedirnos amar, rezar, donarnos, ser el uno para el otro, en la fe, signos de esperanza luminosa».

Con este fuerte testimonio evangélico y misionero, que el Papa Francisco nos da con profunda humanidad y con corazón de Padre y Pastor, renuevo a todas mis mejores deseos de una santa Pascua, también en nombre de las Hermanas del Consejo General.

Roma, 24 de marzo de 2025

Aff.ma Madre
Sor Chiara Cazzuola