Comunicaciones

Circular N° 1044 Madre Chiara Cazzuola

Queridísimas hermanas:
También este año tengo la alegría de presentarles el Aguinaldo para 2025 que nos ofrece don Stefano Martoglio, Vicario del Rector Mayor. El tema elegido es muy sugerente y oportuno para el tiempo que estamos viviendo:

Anclados en la esperanza, peregrinos con los jóvenes

En sintonía con el Jubileo Ordinario del año 2025, que el Santo Padre Francisco proclamó con la Bula Spes non confundit (Rm 5,5), estamos invitadas a mantener encendida la antorcha de la esperanza, también gracias a dos grandes acontecimientos que nos preparamos para celebrar: el 150 aniversario de la primera expedición misionera de los Salesianos enviados a Argentina por Don Bosco, y la perspectiva de la canonización de la beata Sor María Troncatti, gran misionera y mujer totalmente entregada a Dios.

El vínculo etimológico entre spes y spatium indica la extensión espacio-temporal hacia una meta, es decir, hacia un horizonte de dirección y de sentido. Es la «carrera» hacia la meta de la que habla San Pablo en el capítulo tercero de la Carta a los cristianos de Filipos: no hay esperanza, sino en el impulso de los pasos en el camino, de los pasos solícitos hacia el más allá, esforzándose por realizar o alcanzar algo. Pasos como los de María que, levantándose, va a toda prisa hacia los montes de Judea, hacia su prima Isabel, como ella embarazada de un niño, como ella embarazada de un futuro y, por tanto, de esperanza.

La esperanza nos hace soñar con una nueva humanidad y nos hace valientes, nos ayuda a saber esperar con confianza y serena laboriosidad los tiempos de Dios. La esperanza engendra paciencia. La paciencia, que viene del Espíritu Santo, mantiene viva la esperanza y la consolida como virtud y estilo de vida. La paciencia no consiste sólo en soportar, sino en saber sufrir bien, saber ofrecer, saber llevar el peso de uno mismo, de los demás, del mundo.

«No se entristezcan vuestros corazones» (Lc 21,34). Percibimos la invitación a «levantar la cabeza» para ir hacia horizontes cada vez más amplios, en la concreción de la realidad. En sus mensajes, el Papa Francisco nos exhorta a menudo a vivir mirando grandes horizontes, a meditar la Palabra de Dios no de manera abstracta, sino con un corazón vigilante, vuelto a los acontecimientos cotidianos, incluso a los más dolorosos.

No es salesiano «caminar con la mirada baja», no es de los que aman a los jóvenes que ya viven en el mañana. Nosotras, como Pablo, sabemos en Quién hemos puesto nuestra esperanza (cf. 2 Tm 1,1-3) y queremos mantener esta lámpara encendida.

Como educadoras y educadores salesianos, la misión educativa es el lugar más eficaz para aprender a vivir la esperanza y transmitirla en el mundo con y a través de los jóvenes. Esperar, de hecho, es un verbo que se proyecta hacia adelante, que caracteriza profundamente a quien se dedica a educar. Creer, amar y esperar es apostar por los jóvenes, por sus recursos positivos y esperar pacientemente a que la gracia de Dios haga el resto.

También para Don Bosco, como para Madre Mazzarello, educar es el arte de esperar, de no rendirse ante las dificultades, ante los posibles fracasos; es respetar el camino de cada joven, seguir cultivando grandes ideales evangélicos.

Si el educador cree que en cada joven hay realmente “un punto accesible al bien”, la esperanza es esa virtud que nos hace ser creativos, audaces para descubrir ese “punto”, esa «cuerda», y ponerla en condiciones de liberar armonía.

¡Seamos peregrinos de esperanza con los jóvenes! Una esperanza que nace de la fe y de la confianza en Dios, de sabernos amados y acompañados constantemente por Él. Peregrinos de esperanza, en todas las partes del mundo, peregrinaremos con los jóvenes, en un camino que nos llevará a un encuentro personal y vivo con Jesús, que es la «puerta» de la salvación (cf. Jn 10, 7.9).

Los jóvenes, inspirados por el sueño de Don Bosco y por su experiencia vivida en un ambiente de familia típicamente salesiano, cultivan grandes sueños que los hacen capaces de superar las pruebas de la vida con valentía y confianza, pero necesitan ayuda y apoyo. Depende de nosotras acompañarlos sabiamente en el camino de la vida.

Nos sentimos peregrinas recordando la humildad y la pequeñez de nuestros orígenes, que estimularon el impulso misionero de las primeras Hijas de María Auxiliadora. Queremos vivir la preparación para el 150 aniversario de la primera expedición misionera como una oportunidad de renovación y revitalización vocacional y misionera.

Abiertas al Espíritu, estamos llamadas a ser comunidades generativas al servicio de los jóvenes y de los más pobres. Comunidades misioneras, en salida, destinadas a anunciar el Evangelio a las periferias, con la pasión educativo-evangelizadora de nuestras primeras hermanas misioneras.

Pidamos a María, a quien sentimos presente en nuestra vida, que nos haga mujeres de esperanza y abiertas a la humildad gozosa del «Magnificat«, para ser como Ella “auxiliadoras», especialmente entre las jóvenes y los jóvenes (cf. C 4).

En comunión con la Iglesia universal, con la Familia Salesiana, con todas las personas que trabajan por el bien de las/los jóvenes, por el respeto a nuestra casa común y por la paz en el mundo, vivamos el Año Santo 2025 cultivando en nuestro corazón una esperanza jubilar.

Estoy segura de que el nuevo Aguinaldo será objeto de reflexión personal y comunitaria. En su riqueza y profundidad, nos presenta un trinomio: reconocer, repensar y relanzar, que las invito a profundizar y compartir para mantener viva la esperanza y darle un nuevo vigor.

Sentimos la necesidad de afrontar los desafíos actuales con una valentía «llena de fe» y poder ser nosotras mismas una pequeña antorcha de esperanza para los demás, especialmente para los jóvenes más pobres y necesitados.

Con las Hermanas del Consejo, renuevo mis mejores deseos de un año fecundo de bien para ustedes, sus familias, para todos los miembros de la Familia Salesiana, los Hermanos Salesianos, las comunidades educativas, especialmente para los jóvenes.

Que 2025 sea verdaderamente para todos un «Año Santo» de paz, de fraternidad universal, de esperanza cierta.

Roma, 1° de enero de 2025

Aff.ma Madre
Sor Chiara Cazzuola