Comunicaciones

Circular N° 1042 Madre Chiara Cazzuola


Id y proclamad la alegría de Cristo resucitado

Queridísimas hermanas:

En este tiempo particular de gracia para la Comunidad eclesial, acompañemos con la oración y el compromiso diario de conversión personal y comunitaria los trabajos de la Segunda Sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos Por una Iglesia sinodal: Comunión, Participación y Misión, que concluirá el día 27 de este mes.
El Papa Francisco, el 2 de octubre, en el mensaje de apertura de los trabajos sinodales, subrayó que la Asamblea, guiada por el Espíritu Santo, está llamada a dar su propia contribución para que la Iglesia sea verdaderamente sinodal y misionera, sepa salir de sí misma y habitar las periferias geográficas y existenciales, cuidando de establecer vínculos con toda la humanidad en Cristo nuestro Hermano y Señor.
La mirada del Santo Padre se posa en esta gran Asamblea, comprometida en un camino hermoso pero fatigoso; un camino que hay que recorrer juntos como Pueblo de Dios, signo e instrumento de salvación para toda la Familia humana.
Como Hijas de María Auxiliadora somos conscientes de que estamos llamadas a recorrer un camino de comunión misionera, tanto como Iglesia como Comunidades educativas, seguras de que el Espíritu Santo actúa en cada persona. Junto con todos los fieles en Cristo, se nos confía la tarea de vivir cada relación con responsabilidad y creatividad, para que sea una manifestación constante de la gratuidad y de la misericordia de Dios.
El Papa Francisco, también en su intervención del 2 de octubre, subraya que «un autodenominado cristiano que no entre en la gratuidad y en la misericordia de Dios, es simplemente un ateo disfrazado de cristiano. La misericordia de Dios nos hace responsables» y nos confía la misión de ser para el mundo, con alegría y fidelidad, sacramento de esa luz que es reflejo de la luz de Cristo, nuestro Sol.

Signos gozosos y portadores de salvación
En un mundo desgarrado por divisiones y conflictos, el Evangelio de Cristo es la voz mansa y fuerte que llama a las personas a encontrarse, a reconocerse como hermanos y hermanas y a alegrarse en la armonía entre las diversidades. Dios quiere que «todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4). Por lo tanto, somos enviados a proclamar la Buena Nueva a todos, caminando juntos para lograr una verdadera sinodalidad misionera al servicio del Evangelio, con especial atención a los niños, a los jóvenes y a las jóvenes, y a los más pobres.
Esta es la experiencia que se preparan a vivir las 9 Hijas de María Auxiliadora de la 147ª expedición misionera, los 27 salesianos de la 155ª expedición misionera y algunos laicos de la Comunidad de Don Bosco que, en Turín en la Basílica de María Auxiliadora, el domingo 29 de septiembre, durante la celebración eucarística presidida por el Vicario del Rector Mayor, don Stefano Martoglio, recibieron el Crucifijo misionero.
En su homilía, dirigiéndose a los misioneros, dijo: «Esta celebración es la celebración de la fe. Es el reconocimiento de la acción de Dios en el Espíritu Santo, en el corazón de la Familia Salesiana y de la Iglesia. Vuestra presencia es el signo más claro de vuestra responsabilidad y generosidad y es un gran signo de esperanza. Llevamos esta celebración con nosotros, porque este signo de esperanza, de luz, es nuestra alegría».
Estas hermanas y hermanos enviados en el nombre de Jesús son muy conscientes de que el contexto histórico y social actual ha cambiado y nos enfrenta a nuevos escenarios. Cuando hablamos de misión, hay que tener en cuenta la globalización, los flujos migratorios, la revolución digital, el secularismo, la diferente valoración teológica que se da a otras culturas y tradiciones religiosas. Nos enfrentamos a la paradoja de ser, hoy, conciudadanos de pueblos de tierras a evangelizar, mientras no pocos cristianos se convierten a otras religiones. El desarrollo tecnológico ha dado a conocer, al menos parcialmente, a la Iglesia en todo el mundo, mientras que Cristo se está convirtiendo en una especie de extraño para muchos bautizados.
La misión ha pasado de una inculturación, que se percibía como invasiva y extrínseca, a una misión que busca en todos los sentidos valorar plenamente las diversas tradiciones culturales. Hemos pasado de una teología que nació en Occidente y de Roma se dirige a los pueblos, a una teología de las Iglesias locales y de las «periferias» que vuelve al «centro», y estimula, enriquece y acrecienta a la Iglesia universal.
Todavía hay tierras por evangelizar y naciones que ignoran el Evangelio, por lo que el término ad gentes conserva todo su valor.
Cada envío misionero a la Iglesia, también a través de la Familia Salesiana, es siempre un acontecimiento de gracia en el que se celebra la gratitud a Dios por lo que ha hecho en Valdocco y Mornese, gracias a la valiente audacia de nuestros santos Fundadores y de las primeras comunidades, y en el que se renueva la fe en su Palabra, que todavía llama a hermanas y hermanos a remar mar adentro y echar sus redes.
La salida desde la Basílica de María Auxiliadora para las diversas misiones en el mundo nos recuerda que María es la Maestra de la Evangelización. Ella nos ayuda a ser discípulas fieles que siembran la semilla del Evangelio en el corazón y en el alma de aquellos que nos son y serán confiados a nosotros, especialmente en los jóvenes más pobres, con la misma pasión que Don Bosco y Madre Mazzarello.
Recemos por las misioneras y misioneros, llamados a ser mujeres y hombres capaces de entregarse totalmente, incluso con sus fragilidades y debilidades, para proclamar la belleza de haber encontrado al Señor y de haber orientado su vida a la búsqueda de Él, el único y supremo bien.
Dondequiera que vayan, proclamarán a Jesús, no su propia cultura, no su afiliación geográfica, política o continental. Tendrán que aprender, con paciencia y misericordia, el arte de escuchar y madurar en la capacidad de estar cerca de sus hermanos y hermanas, cuidándolos.
Acompañemos con la oración, de modo particular, a las nuevas misioneras Hijas de María Auxiliadora, que están viviendo el proceso de discernimiento y su preparación de cara a su futuro destino: con formación misionera en la Universidad Pontificia Urbaniana de Roma; siguiendo algunos cursos de espiritualidad salesiana en la comunidad Madre Ersilia Canta de la Visitaduría María Madre de la Iglesia (RMC) y con la formación específica para la misión ad gentes, acompañados por la Consejera para las Misiones – Sor Ruth del Pilar Mora – y sus colaboradoras.

El coraje de mirar hacia el futuro
Parece oportuno mirar al futuro reviviendo, en el mundo contemporáneo de hoy, el impulso profético de nuestro carisma como don a la Iglesia y a la humanidad. Nos gustaría que este fuera un proceso de conversión que realmente involucre nuestras vidas y nos ayude a apasionarnos y acoger una nueva llamada misionera.
Si recorremos nuestra historia, notamos que el Instituto no está orientado a las misiones en su madurez, como ha sucedido con otros Institutos religiosos y con la misma Congregación Salesiana, sino que desde el principio tiene una especial impronta misionera.
Esta impronta alimenta el coraje, las opciones, el estilo de vida, el clima de las comunidades y las obras educativas y se concreta, cinco años después de su fundación en 1877, en la partida de 6 hermanas jóvenes hacia Uruguay.
Consultando algunas fuentes históricas de nuestro Instituto, podemos ver que «nacimos para volar». Al anunciar la primera fundación, después de la de Mornese, en Borgo San Martino en 1874, Don Bosco dijo a las hermanas: «Ha llegado el momento de abrir las alas a algunos pequeños vuelos». Comienza siendo pequeño, pero de vuelo se trata, que continuará con valentía por las trayectorias infinitas y providenciales de Dios en el espacio libre e ilimitado del anuncio de Jesús.
Ya cuando los hermanos salesianos se preparaban para su primera expedición misionera, todas en Mornese querían «abrir sus alas» para una esperada partida hacia América. La Cronohistoria nos describe un clima de entusiasmo que se consolida cada vez más gracias al sorprendente celo misionero de Don Bosco y de Madre Mazzarello. Esto es confirmado por una maravillosa promesa en la primera carta que Don Bosco escribió a Don Giovanni Cagliero a principios de 1876: «Recuerda que para octubre enviaremos treinta Hijas de M. A. con una docena de salesianos;
algunos incluso antes, si hay urgencia» (Carta del 13 de enero de 1876, en Epistolario di Don Bosco , editada por F. Motto, vol. V, carta 2255, 5). ¡Treinta Hijas de María Auxiliadora! Una promesa sorprendente, más allá de cualquier valoración realista que, sin embargo, expresa el ardor incontenible por el Reino de Dios que era urgente en el corazón del Fundador.
La intención de Don Bosco, 25 días después de la llegada de los primeros misioneros a América, es, sin embargo, seguir enviando refuerzos, es más, enviar más Hijas de María Auxiliadora que salesianos, y enviarlas juntas. Se dice que el Papa Pío XI dijo al padre Filippo Rinaldi: «No se puede tener una misión sin hermanas, es más, en las misiones debe haber más hermanas que misioneros» (Missioni Don Bosco, año cien, Roma, SDB 1975, 14).
Don Bosco y Madre Mazzarello asumieron totalmente los rasgos de la compasión de Jesús y de la ternura maternal de María. Con el mismo amor trataron de responder a la pobreza juvenil de su tiempo, sin encerrarse en categorías o territorios. Son verdaderamente los «misioneros de los jóvenes y de las jóvenes». El corazón misionero de nuestros Fundadores los hace «salir» al encuentro de los jóvenes más pobres y abandonados, dispuestos a dar la vida para salvarlos. Es un espíritu misionero que se convierte en audacia creativa y, a menudo, en «imprudencia». «En las
cosas que benefician a los jóvenes peligrosos o sirven para ganar almas para Dios, corro hacia la temeridad» (MB XIV, 602). «Cuando se trata de algo que concierne a la gran causa del bien, Don Bosco quiere estar siempre a la vanguardia del progreso» (MB XIX, 157, 320).
Es un espíritu misionero que no se puede detener. «Cuando queramos hacer algo, examinemos primero si es a mayor gloria que Dios; conocida por ser tal, sigamos adelante, no nos detengamos; ¡Y lo lograremos!» (MB VII, 376).
Es un espíritu misionero que se expresa creando ambientes ricos en fe, caridad compartida, caracterizados por el espíritu de familia y los valores salesianos evangélicos de referencia, hechos visibles y testimoniados en la vida.
El espíritu misionero de la Hija de María Auxiliadora, por tanto, es lo que mueve el «yo voy». No se trata de mirar desde lejos, sino de actuar para intervenir y hacer la propia contribución, aunque sea pobre y modesta. Es la disponibilidad y la oportunidad en la búsqueda de todos los medios que favorezcan el bien, en la convicción de que el devenir de las cosas ofrece siempre una posibilidad sobre la que trabajar, en la confianza en que la salvación de los jóvenes, aunque condicionada por tiempos difíciles, se puede lograr con la ayuda de Dios y de María.
En nuestros Fundadores no hay lugar para el miedo paralizante, ni para la pasividad infructuosa. Cuentan con la fidelidad de Dios y con su paternidad que no abandona a sus hijos, sino que los necesita para llevar a cabo sus planes de salvación.
«Para mantener vivo el celo misionero, necesitamos una firme confianza en el Espíritu Santo, porque Él ‘nos ayuda en nuestra debilidad’ (Rm 8, 26). […] Es cierto que esta confianza en lo invisible puede darnos cierto vértigo: es como sumergirse en un mar en el que no sabemos lo que nos vamos a encontrar. Sin embargo, no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciando a calcular y controlar todo, y dejarse iluminar, guiar, orientar, empujar hacia donde Él desea. Él sabe bien lo que se necesita en cada época y en cada momento. ¡A esto se le llama ser misteriosamente fructífero!» (Evangelii gaudium, 280).
Nos son de ayuda y de ejemplo nuestras candidatas a los altares, entre ellas la beata Laura Vicuña, fruto maduro de la pasión educativa misionera de las Hijas de María Auxiliadora, la beata María Troncatti, intrépida misionera en la selva amazónica, la venerable Madre Laura Meozzi, pionera en Polonia, la sierva de Dios Sor Antonietta Böhm, misionera por más de 70 años en varios países de América Latina. Sobre todo, estaremos unidos en la oración, con y por su intercesión, el 30 de octubre. Como en años anteriores, al acercarse la solemnidad de Todos los Santos, se compartirán algunos rasgos característicos de las Hijas de María Auxiliadora candidatas a los altares. Más información sobre esta iniciativa se publicará oportunamente en la página web de nuestro Instituto.
Por último, recuerdo que dedicaremos un período de tres años a la preparación del gran acontecimiento del 150° aniversario de la primera partida misionera, que comenzará el 14 de noviembre de 2024, durante la Conferencia de Formadoras que se celebrará en Roma, con una solemne celebración retransmitida online desde Casa Generalicia.
El período de tres años finalizará el 14 de noviembre de 2027. En el año jubilar 2025, nos uniremos a las iniciativas que se llevarán a cabo para la celebración de la primera expedición misionera de nuestros hermanos salesianos.
Encomendémonos a María, la primera misionera del Evangelio, con la certeza de que es Madre y Maestra, Auxiliadora de los cristianos que acompaña a sus hijos e hijas que todavía están en peregrinación hacia la plenitud de la santidad. Con el corazón lleno de esperanza y gratitud, consciente de la renovada llamada a «reavivar el fuego», espero que todas escuchéis al Espíritu Santo, nuestra guía segura en los caminos de la evangelización.

Roma, 24 de octubre de 2024

Aff.ma Madre
Sor Chiara Cazzuola

Nuevas Inspectoras 2024

América

Inspectoría “Nuestra Señora de la Paz” Bolivia
Sor María Gabriela Vivero Herrera
BOL
Inspectoría «María Auxiliadora», Brasil – Recife BRE
Sor Maria Américo Rolim
BRE
Inspectoría «N. S. del Rosario de Chiquinquirá» Colombia – Bogotá
Sor Angélica Medina Ruiz
CBC
Inspectoría «Nuestra Señora de las Nieves” Colombia – Bogotá
Sor Martha Socorro Ortiz Cumbe
CBN
Inspectoría “San Gabriel Arcángel” Cile
Sor Marisol del Rosario González Araya
CIL
Inspectoría “San Rafael Arcángel” Paraguay
Sor Cecilia Camacho Martínez
PAR