En todas las cosas dad gracias
(1 Tesalonicenses 5:18.)
Queridísimas hermanas:
Pienso en vosotras con afecto en este tiempo pascual lleno de alegría y esperanza, y me dirijo a vosotras con mi oración constante. Quisiera que cada una sintiera mi agradecimiento por lo que sois y por todo el bien que hacéis en el Instituto para los jóvenes que nos han sido confiados.
El itinerario que nos propone la liturgia recuerda a la Persona de Jesús Resucitado que se aparece varias veces a los discípulos, asegurándoles su presencia real y saludándolos con palabras de consuelo: «¡La paz esté con vosotros!», «No tengáis miedo», «No temáis».
Es una invitación que repite también hoy a nosotras.
Somos como los discípulos atemorizados y dudosos en este momento de la historia atormentada por la guerra, la violencia, la injusticia y la persecución. A veces también nosotras, como ellos, nos sentimos inseguras y asustadas por todo lo que está sucediendo, pero seguimos adelante con valentía en nombre de Jesús Resucitado, porque nos podemos fiar de Él y en Él podemos confiarnos.
Celebrar la Fiesta Mundial de la Gratitud 2024 nos involucra precisamente en este tiempo histórico y, aunque pueda parecer inapropiado celebrar una fiesta cuando el mundo y tantas de nuestras comunidades están sufriendo, sabemos que el Espíritu Santo actúa en medio de nosotras y nos llama a vivir como resucitadas. En los momentos en que tenemos la impresión de que el mal triunfa sobre el bien, el encuentro con el Resucitado transforma nuestra vida en un anuncio pascual y nos devuelve la alegría del camino. «Dad gracias en todo pues esto es lo que Dios en Cristo Jesús, quiere de vosotros» (1 Tes 5,18).
En esta circular, quisiera profundizar en el sentido de la gratitud, para que la fiesta que celebramos no sea sólo un momento, un paréntesis, sino que nos ayude a redescubrir y vivir esta virtud característica de la vida cristiana y salesiana.
La palabra de san Pablo que he citado nos invita a la gratitud como adoración a Dios, fuente de todo bien, modo de expresar la fe en su presencia y de reconocer su grandeza en nuestra vida. «Por lo demás sabemos que en todas las cosas interviene Dios, para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio» (Rm 8, 28).
Es una invitación a ser agradecidas siempre, no de vez en cuando, porque el objetivo de nuestra alabanza es «bendecir al Señor en todo tiempo» (Salmo 34:1).
«La oración de acción de gracias comienza siempre desde aquí: del reconocerse precedidos por la gracia. Hemos sido pensados antes de que aprendiéramos a pensar; hemos sido amados antes de que aprendiéramos a amar; hemos sido deseados antes de que en nuestro corazón surgiera un deseo. Si miramos la vida así, entonces el “gracias” se convierte en el motivo conductor de nuestras jornadas» (Papa Francisco, Audiencia general, 30 de diciembre de 2020).
La gratitud es también una virtud fundamental para la vida comunitaria: nos ayuda a crear relaciones sanas y auténticas, nos hace mejores, nos hace reconocer el valor de la otra, del otro y nos estimula a dar lo mejor de nosotras mismas. La gratitud es un don precioso que podemos dar y recibir en la comunidad educativa y en la misión. Tiene el poder de animar y motivar, abre las puertas del corazón y ayuda a crear un ambiente de confianza en el entorno, de intercambio empático, de alegría por los pequeños gestos, los pequeños detalles cotidianos.
Expresar gratitud puede crear vínculos más fuertes, significativos y duraderos, abre a la humildad y la colaboración. Cuando la gratitud habita en nuestros corazones, es más fácil perdonar y comprender el estado de ánimo de las personas, en primer lugar de nuestras hermanas, niños y jóvenes, todos aquellos con los que compartimos la misión educativa.
La gratitud, que toca un aspecto clave de nuestra identidad como Hijas de María Auxiliadora, nos devuelve al presente, al don que somos, a los dones que recibimos cada día y tiñe de belleza nuestra vida.
Nuestros Reglamentos nos recuerdan el valor y la función de la fiesta del gracias, vivida a nivel local, provincial y mundial (cf. Reg 40).
La experiencia ininterrumpida, desde Madre Mazzarello hasta hoy, nos confirma hasta qué punto es una oportunidad fructífera para fortalecer la comunión fraterna, la vitalidad de la misión, el sentido de pertenencia de todas nosotras y de la comunidad educativa al carisma salesiano. La fiesta es tal si se vive la alegría del gracias.
Benedicto XVI afirmó que la alegría es parte integrante de la fiesta, pero añadió: » La fiesta se puede organizar; la alegría no. Sólo se puede ofrecer como don; el Espíritu Santo nos da alegría. Y Él es alegría. La alegría es el don en el que se resumen todos los demás dones. El Espíritu Santo nos da la alegría. Y Él es la alegría. La alegría es el don en el que se resumen todos los demás dones. Es la manifestación de la felicidad, de estar en armonía consigo mismo, lo cual sólo puede derivar de estar en armonía con Dios y con su creación.» (Benedicto XVI a la Curia Romana, 22 de
diciembre de 2008).
La Fiesta Mundial de la Gratitud es un momento de celebración de esta alegría, don del Espíritu Santo, que fortalece nuestro ser comunidades educativas «salesianas» y nos coloca en el continuo flujo vital de acción de gracias eucarística, que es el mayor agradecimiento al Padre por medio del Hijo, en el Espíritu de Amor.
La acción de gracias a Dios es respondida por una acción de gracias cantada, y tal vez bailada, por una joven madre en la casa de Aim Karim: ¡el Magnificat de María de Nazaret! A ella, que, como Madre, nos acompaña en nuestro presente y nos muestra el camino hacia el futuro, renovemos nuestra confianza y cantemos con ella nuestro Magnificat.
Con María, guiados por el «sueño», generamos paz cuidando nuestra Casa común
Deseo agradecer a la Vicaria general, Sor María del Rosario García Ribas, la carta enviada a todas las comunidades provinciales, en la que ofrece indicaciones y orientaciones claras para la preparación de la Fiesta Mundial de la Gratitud. Un agradecimiento fraterno a la Inspectora de Mozambique, Sor Carolina Ilda Hermínio, y a las hermanas de la Inspectoría «San Juan Bosco», que se pusieron a disposición para la preparación y realización de la Fiesta Mundial de la Gratitud 2024.
El tema propuesto por la Inspectoría de Mozambique, en respuesta a la Deliberación Capitular en el contexto de la ecología integral, nos llama a vivir nuestra vida como un himno de alabanza, a dar gracias a Dios por todos sus dones y a unirnos a la invocación del salmista: «Oh Señor Dios nuestro, has dado al hombre autoridad sobre la obra de tus manos» (Salmo 8).
La majestad del Señor nuestro Dios resplandece ante nosotras en todas las criaturas del universo, en nuestras comunidades educativas, en las jóvenes y los jóvenes, en los niños que pueblan nuestras casas y que nos son confiados en las diversas obras educativas, sociales y catequéticas; resplandece en las hermanas de todas las edades que, con generosidad, viven cada día con gratuidad su propio don y ofrenda de amor.
En el logotipo de la Fiesta encontramos un simbolismo significativo: María, que se aparece en el sueño de los nueve años a Giovannino; ella es la Madre y la Maestra, el modelo de cuidado que abraza y custodia nuestra Casa común. En los Evangelios, después de la Anunciación, María es identificada como la Madre de Jesús. Y ella es verdaderamente la Madre que cuida, educa, ama y, con su «sí» a la encarnación de Jesús, es la fuente, el principio del pueblo de los redimidos y de toda la humanidad en camino hacia Dios.
En la historia de la Iglesia, ningún dogma ha alegrado más a los creyentes que la proclamación de la Theotokos en el Concilio de Éfeso. En la noche del 11 de octubre del año 431, en ese anuncio, la multitud estalló en vítores y una fiesta incontenible. Cuando los Padres salieron del aula conciliar, fueron llevados triunfantes y por la noche fueron acompañados con cantos y antorchas encendidas a sus casas.
Nosotras, Hijas de María Auxiliadora, hemos recibido la alegre llamada a vivir una profunda familiaridad, que es filial, precisamente con esta Madre. Una Madre Auxiliadora, que es la Madre de Dios, la «Virgen de los tiempos difíciles», «terrible como un ejército preparado para la batalla»
contra el mal; la mujer del Edén y del Apocalipsis. En 1814 Pío VII la invocó y la presentó a la Iglesia con el título de Auxiliadora, después de haber experimentado su poderosa y gloriosa intervención en defensa del pueblo cristiano.
María es una madre vigilante y dispuesta a intervenir con nosotras, sus hijas, comprometida a llevar a Jesús a los jóvenes de diversas partes del mundo. Hoy vivimos en una realidad que nos pide ser instrumentos de fraternidad y de paz, en la que es necesario globalizar la solidaridad, sobre todo allí donde el rugido de las armas ahoga el grito de los pueblos, su anhelo de paz y su deseo de futuro (cf. Papa Francisco, Encuentro con los Voluntarios de la Cruz Roja Italiana con ocasión del 160° aniversario de su fundación, 6 de abril de 2024).
María es la madre que nos acompaña en el desarrollo cotidiano de nuestros días en comunidad, como la vio Don Bosco en Nizza Monferrato. Una Madre que trabaja con nosotras por la victoria de Jesús sobre el mundo y que, por tanto, no conoce el descanso, sino que «repara por la noche los errores que cometemos durante el día», según las palabras de nuestras hermanas ricas en años y confiando en la presencia activa de la Auxiliadora.
Es una Madre cercana que nunca nos pierde de vista; es una Madre tierna, que nos lleva de la mano en nuestro camino diario (cf. Papa Francisco, Videomensaje con motivo del 300° aniversario de Nuestra Señora de Częstochowa, 26 de agosto de 2017).
Monumento vivo de gratitud
Esto es lo que Don Bosco quería que fuéramos: un monumento vivo de gratitud a María.
Es el 4 de agosto de 1872. Nuestro Fundador, que llegó a Mornese por la tarde, nada más bajar del carruaje, dirigió un breve saludo a las señoras presentes en los ejercicios espirituales y a las futuras Hijas de María Auxiliadora. No pudo contenerse y anunció, con la satisfacción de quien cumple un deseo profundo del corazón, «y era evidente que lo disfrutaba mucho, que se llamarían Hijas de María Auxiliadora y que su Instituto sería el Monumento vivo de su gratitud a la Santísima Virgen bajo el título de Auxiliadora de los cristianos» (Cronohistoria I, (p. 250).
¡Ser Monumento vivo de gratitud hoy! Nosotras no somos sólo un eco de las intervenciones remotas de María, invocada bajo el título de Auxiliadora, en la vida de la Iglesia y de nuestro Instituto: somos testigos de ella en esta contemporaneidad. Somos el gracias viviente por su constante intervención en nuestras vidas, en nuestras comunidades educativas, en un aumento progresivo de asombro.
Son intervenciones de las que somos conscientes y hay muchas otras que nos previenen silenciosamente, y quizás sean las más numerosas.
Prolongar y renovar hoy el agradecimiento de Don Bosco a María, invocado bajo el título de Auxiliadora, es seguir proponiéndola a todos: niños, jóvenes, adultos, familias para hacer crecer en sus corazones la convicción de que nunca debemos separarnos de María Santísima, porque ella nos conduce a Jesús. Es creer que su manto de protección se expande inconmensurablemente y nos acoge y custodia a todos; que sin ella nuestra acción pastoral carece de calor y eficacia, de cuidado de esa semilla evangélica que debe encontrar buena tierra para crecer.
Llamarse Hijas de María Auxiliadora implica, por tanto, asumir vitalmente la bella realidad que el nombre indica. Para nosotros es verdaderamente una «gloria» y también una gran responsabilidad que llevamos con alegría en el mundo. «Tened por gloria vuestro hermoso título de Hijas de María Auxiliadora» (Cronohistoria I, 256).
Don Bosco, hacia el final de su vida terrena, había declarado que «ella lo ha hecho todo», y tenemos la gracia de experimentar que María sigue haciendo verdaderamente todo en la vida de cada una, en la de las comunidades educativas, y hace fecunda de vida evangélica nuestra misión. Ella sigue estando presente en nuestro Instituto, que es todo suyo.
Una Hija de María Auxiliadora, que trabaja en la cárcel entre los jóvenes, la mayoría menores, intenta en su constante acompañamiento anclarlos a la Auxiliadora. Uno de ellos le escribió: «El Ave María, la oración que se aprende sobre las rodillas de una madre, es el arquitrabe de nuestro trabajo, es la ardiente alabanza y súplica a la maternidad divina». Seguramente este joven tuvo una experiencia personal de la protección materna de María. Y ella, la Madre, se encargará del resto.
A todas os deseo que experimentéis el amor materno de María, y el consuelo de su presencia, como nos aseguró Don Bosco: «La Virgen se pasea en esta casa y la cubre con su manto» (Cronohistoria V, 43).
Recemos especialmente por ADMA (Asociación de Devotos de María Auxiliadora) que, este mes, celebra 155 años desde su fundación por Don Bosco en 1869. Deseamos que todos sus miembros continúen su misión en la entrega a María, en el amor a Jesús en la Eucaristía, en el mantenimiento de la solidaridad con los débiles, en su compromiso de difundir la fe y llevar esperanza, con la certeza de que Ella nunca nos abandona.
Os saludo con afecto también en nombre de las hermanas del Consejo, en sede y fuera de sede, y os aseguro desde ahora mi oración y mi recuerdo en la basílica de María Auxiliadora, en Turín, el próximo 24 de mayo.
Roma, 24 de abril de 2024
Aff.ma Madre
Sor Chiara Cazzuola