San Juan Bosco

(1815-1888)

«Dame almas y llevaos lo demás»

Beatificación 2-5-1929
Canonización 1-4-1934

Don Bosco nace en Castelnuovo d’Asti (Italia) el 16 de agosto de 1815. Fue educado por su madre en la fe y en la práctica coherente del mensaje evangélico. Con sólo nueve años intuyó a través de un sueño que debía dedicarse a la educación de la juventud.

Siendo todavía un muchacho, comienza a entretener a sus pares con juegos que alternaba con el trabajo, la oración y la catequesis. Siendo sacerdote (1841), eligió como lema de vida: “Dame almas, llévate lo demás» (Jn 14,21) e inició su apostolado entre los jóvenes más pobres, fundando el Oratorio y poniéndolo bajo la protección de San Francisco de Sales. Con su estilo educativo y su acción pastoral, basadas en la razón, la religión y la amabilidad (Sistema preventivo) conducía a los adolescentes y jóvenes a la reflexión, al encuentro con Cristo y con los hermanos, a la educación de la fe y a su celebración en los sacramentos, al compromiso apostólico, civil y profesional. La fuente de su infatigable actividad y de la eficacia de su acción fue una constante «unión con Dios» y una confianza ilimitada en María Auxiliadora, inspiradora y sostén de toda su obra.

A sus hijos salesianos les dejó en herencia una forma de vida religiosa sencilla, pero sólidamente fundada en las virtudes cristianas y la contemplación en la acción, sintetizada en el binomio «trabajo y templanza». Buscó los mejores colaboradores de su obra entre sus jóvenes, dando origen en Valdocco, Turín, en 1959, a la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, aprobada por la Santa Sede en 1869. Junto a Santa María Dominga Mazzarello fundó en 1872 el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.

Siguiendo su “sueño” evangelizador, 1875 envía la primera misión salesiana a Argentina. En marzo de 1877, Don Bosco edita su “Tratado sobre el Sistema Preventivo”, característico de su pedagogía. Con los laicos, creó a los Cooperadores Salesianos para apoyar y sostener la obra de la educación de la juventud, anticipando así nuevas formas de apostolado en la Iglesia. El centenario de su muerte, acaecida el 31 de enero de 1888, Juan Pablo II lo declaró y proclamó “Padre y Maestro de la Juventud”, estableciendo que con tal título sea honrado e invocado, especialmente por aquellos que se reconocen como sus hijos espirituales. Su cuerpo descansa en la Basílica de María Auxiliadora, en Turín, Italia. Su solemnidad se celebra el 31 de enero.