Beatos José Kowalski y cinco jóvenes oratorianos polacos mártires

«Siento la fuerza de Dios a cada paso. Allí donde me encuentro, pase lo que pase, estoy en manos de la Providencia que vela sobre los pueblos y sobre cada hombre»
Beatificación 13-6-1999
José Kowalski, sacerdote salesiano de Cracovia (Polonia), y los cinco jóvenes del Centro Juvenil Salesiano de Poznam (Polonia) forman parte de un grupo de 108 mártires polacos, victimas de la persecución nazi.
Su memoria se celebra el 12 de junio.
Beato José Kowalski (1911-1942)
José, séptimo de nueve hijos, nació el 13 de marzo de 1911 en Siedliska (Rzeszów, Polonia).
Profesó en 1928 y fue ordenado sacerdote el 29 de mayo de 1938 en Cracovia.
El 23 de mayo de 1940, la Gestapo entra en la casa inspectorial de los salesianos de Cracovia y en el estudiantado teológico. Arrestan a once sacerdotes y a un coadjutor. Entre ellos se encuentra un sacerdote de rostro sereno y de ojos claros: José Kowalski. Era el secretario inspectorial.
El 27 de junio, cuatro sacerdotes salesianos de Cracovia son ajusticiados. Por esos mismos días, los otros arrestados son llevados al campo de exterminio cercano a la ciudad de Oswiecim, llamado Auschwitz por los alemanes.
El Padre José Kowalski perdió en Auschwitz su nombre y su identidad: era sólo el prisionero nº 17.350, identidad que llevaba grabada en su brazo izquierdo.
Una frase, escrita en su libreta personal, caracteriza el grado de heroicidad de Padre José: «Nunca diré ‘¡basta!’ «.
El Padre José evita mirar las chimeneas humeantes del horno donde queman a los prisioneros más débiles. Entre los vapores que se alzan por el campo, está la iglesia de María Auxiliadora, a dos kilómetros del campamento. Entre lágrimas, que no logra parar, recuerda sus años felices de vida salesiana.
Justo en esta iglesia había entrado por primera vez 19 años antes. Tenía entonces 11 años y llevaba en el bolsillo un certificado de buena conducta escrito por su párroco. Se había arrodillado a los pies de la Virgen y le había pedido por su madre, a quien había dejado en casa pocas horas antes después de haberla besado sin parar.
Cinco años después había entrado, una vez más, en la misma iglesia llevando en el bolsillo otra carta: era su petición para entrar en la congregación salesiana. Se la venía a enseñar a la Virgen antes de presentarla. Hizo sus votos un año después. En su diario espiritual, poco después, escribió: “Señor, dame una voluntad fuerte, firme y perseverante. Tengo que ser santo. Sin Ti, no puedo hacer nada; pero con tu amor lo puedo todo”.
El coronel Fritsch, responsable máximo del campo de Oswiecim, reúne a los sacerdotes, a los que consideraba “seres inútiles y parásitos de la sociedad”, en un bloque especial destinado a los trabajos más inhumanos. Han de empujar, corriendo, cargas muy pesadas de cantos rodados, cortar árboles, desplazar troncos por terrenos accidentados.
Se conservan como una reliquia las 19 cartas que José escribió durante su prisión y que eran censuradas. El 12 de febrero de 1942 escribe: “Siento la fuerza de Dios a cada paso. Allí donde me encuentro, pase lo que pase, estoy en manos de la Providencia que vela sobre los pueblos y sobre cada hombre”.
El 2 de junio de 1942, los nazis ordenan el traslado de José y otros 59 sacerdotes al campo de Dachau. Los prisioneros debían pasar antes al baño para ser desinfectados.
Uno de los nazis descubre que José tiene un rosario y le ordena que lo pise. Él se niega y lo separan del grupo. Permanece en Oswiecim.
El 11 de junio algunos prisioneros intentan fugarse y fracasan. Como “castigo ejemplar”, trescientos prisioneros son llevados al crematorio, entre ellos José Kowalski.
Le atan las manos con alambre de púas. Pero, sin motivo aparente, lo separan de los condenados a muerte, con otros diez, y lo destinan a trabajos forzados y a torturas.
El 4 de julio de 1942, al atardecer, fue arrastrado desde su lecho de paja. Lo ahogaron en la cloaca del campamento. Tenía 31 años.
Beatos Eduardo Klinik, Francesco Kesy, Jarogniew Wojciechowski, Czeslaw Jozwiak y Eduardo Kazmierski
Los cinco jóvenes eran animadores del oratorio salesiano de Poznan (Polonia). Fueron encarcelados y sufrieron el martirio juntos. La amistad oratoriana permaneció viva hasta el ultimo minuto.
Estos jóvenes demuestran que la fuerza central de la esperanza oratoriana emerge cuando encuentra personas capaces de acompañar a otros jóvenes en un camino de fe y de gracia.
Los cinco jóvenes provenían de familias cristianas, fundamento sobre el cual la propuesta oratoriana logró estimular la entrega al Señor y el empeño apostólico.
El grupo, como espacio de crecimiento, fue determinante.
La amistad los llevó a continuar unidos cuando las fuerzas nazis de ocupación se apropiaron del oratorio, dejando a los salesianos tan sólo dos habitaciones y transformando todo el edificio y la iglesia en dependencias militares.
En una habitación y con un piano que los hermanos del Sagrado Corazón pusieron a su disposición, los jóvenes siguieron con la actividad coral. Más tarde, privados de esta posibilidad, el lugar de reunión se mudó a los bosques o a las orillas del río. No resulta extraño que la policía los confundiese con una asociación clandestina.
Fueron apresados el 23 de septiembre de 1940.
Padecieron interrogatorios, torturas y trabajos pesados.
El 1 de agosto de 1942 llegó su sentencia: condenados a muerte por traición al Estado. Ellos escucharon de pie. El largo silencio sólo fue interrumpido por la voz de uno de los jóvenes: “Que se haga tu voluntad”. Fueron decapitados el 24 de agosto de 1942.
Beato Eduardo Klinik
Eduardo Klinik fue el segundo de tres hijos. El padre era mecánico. Terminó el bachillerato en la casa de los Salesianos de Oswiecim y en Poznan superó el examen de madurez.
Durante la ocupación trabajó en una empresa de construcción. Su hermana, María, de las Hermanas Ursulinas de Jesús Agonizante, testificó: “Cuando Eduardo frecuentó el oratorio, su vida religiosa mejoró muchísimo. Empezó a participar en la misa como monaguillo. De esta vida oratoriana participó también su hermano menor. Era más bien tranquilo, tímido; pero desde su entrada en el oratorio se volvió mucho más movido. Estudiante metódico, responsable”.
En el grupo de los cinco jóvenes destacaba por su compromiso en todo tipo de actividades, dando la impresión de ser el más serio y exigente.
Bajo la guía de sus maestros salesianos, su vida espiritual se consolidaba cada vez más, poniendo en el centro el culto a la Eucaristía, junto con una entrañable devoción mariana y un vivo entusiasmo por los ideales de Don Bosco.
Tenía 23 años cuando fue ejecutado.
Beato Franciszek Kesy
Nació en Berlín, adonde se habían trasladado sus padres por motivos de trabajo. Fue el tercero de cinco hijos de una familia pobre. Su padre era carpintero y más tarde se trasladó a Poznan, donde trabajó en una central eléctrica.
Francisco tenía la intención de entrar al noviciado salesiano. Durante la ocupación, al no poder continuar sus estudios, encontró un empleo en un centro industrial.
El tiempo libre lo pasaba en el oratorio, donde, en estrecha comunicación de ideales con los otros cuatro, animaba los grupos y las actividades juveniles.
Era sensible y frágil y frecuentemente caía enfermo, pero, al mismo tiempo, era alegre, tranquilo, simpático, amaba a los animales, estaba siempre dispuesto a ayudar a todos. Cada mañana iba a la iglesia y recibía la comunión casi a diario. Por la tarde, rezaba el Rosario.
Tenía 22 años cuando fue ejecutado.
Beato Jarogniew Wojciechowski
Jarogniew Wojciechowski era de Poznan. Su padre tenía una tienda de cosméticos. La vida de la familia se vio marcada largo tiempo por situaciones traumáticas debido al alcoholismo del padre, que acabó por abandonar la familia. Jarogniew debió cambiar de escuela y quedó bajo la tutela de su hermana mayor. En esta situación encontró apoyo en el oratorio salesiano, en cuyas actividades participaba con entusiasmo: era monaguillo, participaba en las excursiones y colonias, acompañaba cantos religiosos al piano, participaba en la vida religiosa de la familia, recibía la comunión a diario y, al igual que los otros compañeros del grupo, se distinguía por su espíritu de fraternidad, el buen humor y su compromiso en las actividades, en sus deberes y en el buen ejemplo.
Destacaba entre los otros por su aspecto más reflexivo, tendía a ir al fondo de las cosas, trataba de entender los acontecimientos, sin caer por ello en la tristeza. Era un auténtico dirigente, en el mejor sentido de la palabra.
Tenía 20 años cuando fue ejecutado.
Beato Czeslaw Jozwiak
Czeslaw Jozwiak estuvo ligado al oratorio salesiano de Poznan desde su infancia. Tenía diez años cuando ingresó. Su padre era funcionario de la policía judicial.
Asistía al bachillerato “San Juan Kanty” y era, al mismo tiempo, animador de un círculo juvenil en el oratorio.
Al declararse la guerra, se puso a trabajar en una tienda de cosméticos, dada la imposibilidad de continuar la escuela.
Decían de él que era algo violento de naturaleza, de gran espontaneidad y lleno de energía; pero también dueño de sí mismo, constante, siempre pronto al sacrificio y coherente. Guiado por el director don Agustín Piechura, se le notaba su aspiración consciente a la perfección cristiana.
Gozaba de una indiscutible autoridad ante los más jóvenes. Narra un compañero de cárcel:»Tenía un carácter amable y un gran corazón, su alma era como de cristal… Cuando se abrió a mí, comprendí que su corazón estaba libre de todo pecado y de cualquier malicia… Me confió un pensamiento que lo preocupaba: jamás verse manchado de cualquier tipo de impureza”.
Tenía 22 años cuando fue ejecutado.